martes, 7 de abril de 2015

EL CREE QUE NO PUEDE


A un niño le encantaban los circos y lo que más le gustaba era los animales y de todos ellos el que más llamaba su atención era el elefante. Durante la función, la enorme bestia hacía despliegue de peso, tamaño y fuerza descomunal... pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el suelo.
Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa, parecía obvio que ese animal era capaz de arrancar con facilidad la estaca y huir.
El misterio era evidente: ¿Por qué no huía si aquello que lo sujetaba era tan débil comparado con su fuerza?
Cuando tenía cinco o seis años, pregunté a varias personas por el misterio del elefante y alguien me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado.
Hice entonces la pregunta obvia: Sí esta amaestrado, ¿por qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Hace algunos años descubrí a alguien lo bastante sabio como para encontrar la respuesta: "El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy pequeño".
Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al que seguía... hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.
Este elefante enorme y poderoso no escapa porque CREE QUE NO PUEDE. El tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que se siente poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro. Jamás... jamás... intentó poner a prueba su fuerza otra vez.
Cada uno de nosotros somos un poco como ese elefante: vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad. Vivimos creyendo que un montón de cosas "no podemos hacer", simplemente porque alguna vez probamos y no pudimos.
Grabamos en nuestro recuerdo "no puedo... no puedo y nunca podré", perdiendo una de las mayores bendiciones con que puede contar un ser humano: la fe.
La única manera de saber, es intentar de nuevo poniendo en el intento TODO NUESTRO CORAZÓN y todo nuestro esfuerzo como si todo dependiera de nosotros, pero al mismo tiempo, confiando totalmente en Dios como si todo dependiera de Él.